GLOBAL PRO GALLERY
Tetsuro Shimizu
Tetsuro ShimizuJapón
Nacido en la ciudad de Yokohama en 1975. Tras graduarse en el Instituto de Fotografía Nippon, Shimizu trabajó como ayudante del fotógrafo Toshinobu Takeuchi durante tres años y luego empezó a trabajar por cuenta propia a los 23. Activo en una amplia variedad de géneros, desde la naturaleza hasta instantáneas y fotos documentales con un punto de vista único. Entre sus colecciones fotográficas destacan CHANGE, New Type, Otamajakushi Genetic Memory (Memoria genética de los renacuajos), Wadachi (Pista), Tokyo Karasu (Cuervos de Tokio) y el ensayo fotográfico Umatabi - Mongoru 20 Nenkan Shuzai Shita Shashinka no Kiroku (Viaje a caballo - Diario de un fotógrafo que cubrió Mongolia durante 20 años). Organiza numerosas exposiciones individuales. Sus principales galardones incluyen el primer premio de fotografía Yonosuke Natori, el premio Newcomer de la Asociación Fotográfica de Japón en 2014 y el premio Newcomer Honorable Mention de Sagamihara Photography en 2016. Es miembro de la Asociación de Fotógrafos Profesionales de Japón y profesor a tiempo parcial en el Departamento de fotografía, Facultad de Arte, Universidad de Nihon.
Mi obra fotográfica en Mongolia abarca 19 años. Aunque su superficie casi cuadruplica la de Japón, he visitado casi cada rincón del país. No obstante, nunca había visitado Taiga (una región forestal de coníferas), que se encuentra en el extremo norte del país. Esta zona alberga un grupo solitario de pastores de renos, y está tan lejos que es el sitio más difícil de fotografiar. No fue fácil llegar al fin a mi destino.
La parte más difícil del viaje fue ir montado a caballo. Con todo el equipo a mis espaldas, crucé ríos, pantanos, laderas de pedregales y muchas montañas. Pero, al llegar, me quedé asombrado por la riqueza del entorno natural, nunca había visto un sitio tan hermoso. Durante el día hace calor, y por la noche las temperaturas caen tanto que puedes ver tu propio aliento. En Taiga, la única zona húmeda del país, llovía día tras día. La E-M1 Mark II y el objetivo PRO no presentaron problema alguno a pesar de las diferencias de temperatura y de la lluvia constante.
Gracias a la estabilización de imagen de 5 ejes, pude hacer casi todas las fotos sosteniendo la cámara con la mano. La única vez en que usé un trípode fue para capturar el cielo nocturno y para fotos en alta resolución. Esta vez realmente me sentí salvado por el equipo. Me llevé el nuevo objetivo 12-100 mm 1:4.0 IS PRO y el 25mm 1:1.2 PRO. Me gustó especialmente el 25 mm 1:1.2 PRO. Me convenció la distancia focal, pero también que ofrezca una luminosidad que nunca había experimentado hasta entonces y que me abrió nuevas oportunidades al fotografiar. Los sujetos que enfocaba destacaban espléndidamente con unos efectos de fondo desenfocado que nunca habría imaginado. También va muy bien para el enfoque panorámico. Creo que este objetivo me irá muy bien en muchas de mis futuras fotos creativas.
OM-D E-M1 Mark II
OM-D E-M1 Mark II: para profesionales apasionados.